Perras de reserva by Dahlia de la Cerda

Perras de reserva by Dahlia de la Cerda

autor:Dahlia de la Cerda [Cerda, Dahlia de la]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-15T00:00:00+00:00


REGINA

Mi foto con más likes en Instagram es esa en la que estoy disfrazada de ángel de Victoria’s Secret. En la foto mi cabello tiene un estilo californiano, traigo un bronceado ligero porque acababa de llegar de una reunión de fin de semana en la playa y luzco muy delgada. Fui la sensación. En el Sagrado las niñas se murieron de envidia porque me veía hermosa y disfrazaron sus celos con «pinche zorra», «pinche gata», «pinche vulgar». En esa época yo era medianamente popular en redes. No era la reina del Instagram, tampoco era recha. Tipo de cinco mil seguidores. Obvio no era suficiente.

Mi historia comienza conmigo bailando «I’m an Albatraoz» de AronChupa. Traigo un short de flores, una playera blanca sin mangas y unas sandalias. Jamás usaba tacones. Bailaba girando y girando y girando en medio de una multitud de adolescentes eufóricos.

Esa noche, la última noche de mi antigua yo, fue la despedida de la secundaria. Iba a iniciar una nueva etapa y había que cerrar ciclos con broche de oro. ¡A lo pinche grande! Saliendo del festival Butterfly nos fuimos de after a la casa de Alonso. Vivía en una mansión enorme en las Lomas de Montecarlo y había contratado un DJ que mezclaba reggaetón como negro puertorriqueño. En ese momento Alonso era mi galán. Galán es algo tipo pretendiente, pero con besos. Llegamos en su BMW convertible. La fiesta fue en su jardín. Había alberca, fuente de fresas con chocolate, botana y muchos martinis.

Mi galán era hijo de un amigo de mi padre: un chico alto, rubio y de cuerpo atlético; integrante del equipo de futbol de su escuela, y un alumno sobresaliente en todas las materias. Ese Alonso es un superniño, un tipazo.

Pasamos la noche bailando reggaetón. «Hola, qué tal. Soy el chico de las poesías», me cantaba Alonso, y yo le respondía haciendo un buen twerking. La cabeza me daba vueltas. No sé decir si era por tanto perreo o por lo pinche borracha que estaba. Entre más noche se hacía, más decadente se ponía la fiesta.

La fiesta terminó, regresé a mi casa, subí las fotos al Instagram y me acosté un ratito. Cuando desperté, me decepcionaron bastante los poquitos likes que tenía. No era para nada lo que yo esperaba. Triste, me puse a ver fotos y más fotos, y me encontré con las de Yuliana, mi excompañera.

Yuliana era una niña especial, de cabello largo y negro y de piel muy clara (hago énfasis en esto porque nuestras compañeras eran güeras, pero bronceadas, y la palidez de Yuliana contrastaba bastante; de hecho, era demasiado «sin color» para mi gusto). Tenía unos labios bien gruesos y la ceja delineada de forma perfecta. No hablaba con nadie. Todas las mañanas la llevaban unos señores de aspecto norteño en una camioneta. Siempre se especuló sobre el oficio de su padre, que según ella era un ganadero y agricultor exitoso.

En una de las fotografías del Instagram, Yuliana estaba vestida con una blusa Chanel y unos zapatos de tacón



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